..Y pensé que este día pasaría
como cualquier otro, lleno de alegría y de esperanza confiada en las promesas
de El, que nunca falla.
Pero al pasar las
horas y casi al terminar el día, no quiero que pase sin reconocer como este día,
24 de enero marco mi vida para siempre.
No hacerlo es exponerme a repetir patrones de conducta que traen consecuencias
desagradables.
Hoy se cumplen dos años
del día en que fui brutalmente asaltada cuando venía
de regreso de la universidad y que en parte define quien soy yo hoy día. Hace
dos años, Dios me dio la oportunidad de retomar mi vida. Me dio el coraje para
escaparme de la camioneta donde mi agresor me subió en contra de mi voluntad golpeando
internamente. Ese día, Dios puso en mi camino a un buen samaritano que me recogió
y me llevo a la estación de policía. Ademas del asalto, hace dos años estaba enmedio de una batalla contra una enfermedad que atacó toda mi persona y estaba en plena recuperación después de las radiaciones... COMO NO CELEBRAR LA VIDA?
Y aunque pareciera
que hoy todo quedo atrás, No creo que sea así. Recientemente, mi agresor, después de negar constantemente por más de un
año el asalto que me perpetro, al final
acepto ante las autoridades norteamericana, su responsabilidad de los hechos.
Gracias le doy a Dios
porque estoy viva, por poner en mi vida personas que me aman y a las que amo.
Por darme la capacidad de poder decidir querer ser feliz en la vida, por amar
lo que tengo cada día cuando despierto y por los sueños que se forjan en mi
mente y en mi corazón. Por tener una vida llena de sonrisas sin importar los dolores o enfermedades que me aquejan.
Agradezco poder ver la vida sin preocupaciones del mañana pues Su Divina
Providencia me asiste. Doy gracias a mi Dios por tener más amor que rebasan los
resentimientos por las ofensas, las faltas o los daños. Me sorprendo de mi capacidad de querer
vivir más simple de lo que solía vivir. Sé que puedo disfrutar la vida porque
he podido dar más sin esperar nada a
cambio y ahí entra mi amor gratuito para los que me rodean.
La más grande lección
de esta experiencia de dolor, es el poder tener la bendición de no almacenar rencores y
reconocer que el perdón es un don divino que pocos conocemos pues este viene
con la paz del Señor..
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